miércoles, 24 de septiembre de 2025

La bruja que jugaba al ajedrez. De Ben Gavarré.

  

 

La bruja que jugaba al ajedrez

De Ben Gavarré

 

Este trabajo ha sido publicado para su difusión libre y abierta, aunque todos los derechos de propiedad intelectual están reservados. El uso público de esta obra requiere el permiso del autor y para obtener la autorización correspondiente comuníquese con bengavarre@gmail.com o gavarreunam@gmail.com (Reg. Prop. Int. Expte. Bandeja de entrada)

 

 

La bruja que jugaba al ajedrez

 

Personajes:

  • Bruja Salma (La Bruja): Una poderosa maestra de las artes arcanas, infértil y solitaria, cuya mente estratega se anticipa a la de todos en el tablero de la vida.
  • Bruja Samantha (La Cortesana): Una ambiciosa y desesperada aprendiz de bruja y amante del Rey, que busca un lugar de poder y legitimidad.
  • Rey (El Rey): Un monarca atormentado por su pasado, sus decisiones y la debilidad de su reino.
  • Príncipe Roldán (El Príncipe): Un joven destinado a la realeza, pero que cuestiona su destino y los valores de su padre.
  • Yann (El Hijo de la Bruja): El hijo adoptivo de Salma, un alma inquisitiva y de espíritu libre que busca la aventura más allá de los confines de su hogar.

SINOPSIS

En un reino donde el poder es una partida de ajedrez, una bruja maestra orquesta un complejo plan para adueñarse del trono. Mientras manipula al Rey y a su ambiciosa ex-aprendiz, dos jóvenes, un príncipe y un enigmático muchacho, descubren que su verdadera felicidad no se encuentra en gobernar. El destino se tuerce, y la victoria aparente no es lo que parece en esta historia sobre la ambición, el amor inesperado y la búsqueda de un camino propio.

 

La bruja que jugaba al ajedrez

 

Escena 1 Pacto de la bruja maestra y la aprendiz

Lugar: Torre misteriosa. Salón. La bruja Salma y la aprendiz de bruja Samantha (Cortesana, más adelante) están inmersas en una partida de ajedrez. Samantha, ya muy avanzada en su embarazo, se agita en su asiento.

Bruja Salma: Quisierais dejar de moveros, no estoy al tanto de embarazos, como sabéis, y me irrita tanto veros agitaros en vuestro sitio. Insistís en ser agresiva con vuestras piezas cuando bien sabéis que debierais defender vuestro territorio de los más tontos avances. ¿Lo veis? Capturo vuestro alfil y vuestra defensa está desprotegida... Una vez más.

Bruja Samantha: No sabéis, gran maestra de las artes y las ciencias heréticas, que no debéis avisarme ni instruirme en este juego de los fracasos... Nunca os he ganado...

Bruja Salma: Ni nunca lo haréis, lo sé. Pero, discípula, hasta el final habéis de ser... ¿Qué gestos son esos que te aquejan? No sé si estáis a punto de parir o me queréis pedir licencia para ausentaros.

Bruja Samantha: Licencia os pido para que un gran favor me hagáis...

Bruja Salma: Mientras no me queráis a mí misma de partera...

Bruja Samantha: Quiero, maestra mía, que me ayudéis a lograr una posición en el reino.

Bruja Salma: ¿Una posición más, además de la que ya tenéis con el soberano? Os he dado las dotes para lograr su atención en todos los sentidos y, si me entendéis... en todas las posiciones.

Bruja Samantha: No es suficiente, maestra. El soberano debe verme como la madre de su linaje, no solo de su placer. Solo un hijo, un hijo suyo, puede asegurarme un lugar a su lado.

Bruja Salma: Y el hijo que está a punto de nacer seguro no es de él... Yo creo...

Bruja Samantha: Es hijo del palafrenero pelirrojo... Y como seguro nacerá de este color maldito, no puedo achacárselo a su majestad, aunque quisiera... Además, quisiera que él me viera como a una de los suyos y no como a una simple... Me ayudarías.

Bruja Salma: ¿Ayudarte a que el soberano te despose? No lo creo. Necesitaría más de una de las potentes pociones que poseo, pero te puedo hacer un hechizo de encantamiento... y, en lo que puedas concebir de nuevo, lo seducirás y un hijo tendréis del rey que, sin duda alguna, no podrá soslayar paternidad alguna...

Bruja Samantha: Ah... eso me place... y ya mismo firmo un contrato, lo que sea.

Bruja Salma: No sabéis lo que decís, el precio es alto... se trata de vuestro hijo...

Bruja Samantha: ¿Cuál hijo? ¿El mío? ¿El que he acabado de formar?

Bruja Salma: Y por lo que puedo ver, al que no le falta mucho salir de vuestro vientre... Tendríais que entregármelo y así cumpliréis el deseo de otro hijo tener con el monarca.

Bruja Samantha: Mucho me pedís a cambio. Vos podríais tener el hijo de un dragón o un titán o una tormenta... y queréis el hijo de un palafrenero y una...

Bruja Salma: Sería hijo mío, nada más, y lo haría todo un aprendiz de brujo, le cambiaría el color de pelo y piel rojizas y lo haría a mi imagen y semejanza.

Bruja Samantha: Serías como una diosa.

Bruja Salma: Soy como una diosa, bien lo sabes, pero una diosa infértil. ¿Aceptas o ya mejor te vas a parir a otro lugar? (Pausa.)

Bruja Samantha: Bien, acepto y de buen grado. No me puede doler el deshacerme de un varón que aún no ha nacido.

Bruja Salma: ¿Sabéis que es un varón?

Bruja Samantha: Tú misma me informaste, por los hados, que un varón inteligente habría yo de dar a luz. No puedo creerte cuando recordar no aciertas.

Bruja Salma: Sí, recuerdo… Vagamente, vagamente. No se diga más. Dejad de hacer muecas, ¿o tenéis otra petición?

Bruja Samantha: El parto se adelanta, me temo. Ayudadme, Bruja Salma, vuestro hijo ha de nacer y pronto.

Bruja Salma: Ya qué, venid, venid a la cama que le había preparado ya hace tiempo.

Bruja Samantha: ¿Lo sabías?

Bruja Salma: Yo todo sé y nada se me escapa. Me adelanto siempre tres jugadas de ajedrez, tres, ¿no lo sabíais? Vamos.

 

Escena 2 Pesadilla del Rey

Lugar: Noche en la alcoba real. El Rey se agita en su lecho, gritando en sueños.

Rey: (Sudoroso, susurrando con terror) Aléjate… no te acerques… ¡ya no más!

(Samantha, de aquí en adelante “La Cortesana”, una figura sombría, aparece en el sueño, con una sonrisa diabólica. No le habla con palabras, sino con un eco que solo él puede oír. La voz suena en su cabeza, no en la habitación.)

Voz de la Cortesana: Soy el fantasma de tu linaje que se ahoga en el placer, Rey. Debes sembrar más de tu simiente en mí. ¿No lo entiendes? Si el actual heredero falla, si muriera, la sangre de la realeza se extinguiera.

Rey: (Apretando los ojos, el terror en su voz) ¡El reino ya tiene un heredero! El Príncipe Roldán es de mi sangre...

Voz de la Cortesana: (Se ríe) Es de sabios tener una segunda opción.

Rey: (Se levanta bruscamente, el sudor recorriendo su rostro) ¡Aléjate, vil Cortesana! No tendrás más mi cuerpo, no más mi alma. ¡No serás reina!

Voz de la Cortesana: (El eco se desvanece en una risa fría) No lo seré... y tú mismo dejarás de serlo, si no me das el poder que yo merezco.

(El Rey se sienta en la cama, abrumado. Se toca la frente, dándose cuenta de que la pesadilla es fiel reflejo de su vida y de sus miedos. El eco de la risa de la Cortesana aún resuena en sus oídos.)

 

Escena 3 “Primer encuentro entre Roldán y Yann”

Tarde, últimos rayos de sol. Bosque sombrío. Cerca de la torre de la Bruja Salma. Yann, el hijo de la Bruja, camina taciturno y reflexivo. De pronto, el príncipe Roldán, cazador con arco y flecha, aparece en una sigilosa cacería. Yann lo mira con curiosidad.

Príncipe Roldán: Cuidado, tú, infeliz, pedazo de incauto vagabundo. ¿Qué haces en los terrenos de mi padre?

Yann: No soy sino un prófugo de la conciencia.

Príncipe Roldán: ¿Un prófugo, qué dices? Semejantes palabras nunca había antes oído.

Yann: Dije cualquier cosa. No sé qué hago en estos que, según siempre he sabido, son terrenos de mi madre. Pienso, me imagino qué hay más allá.

Príncipe Roldán: Todo cuanto hay en estos lugares pertenece al reino y, por ende, a mi padre y finalmente me pertenecen a mí.

Yann: Debo cuidarme un poco más. En un descuido y yo también te pertenezco.

Príncipe Roldán: Eso sin dudarlo, si yo quisiera... (Pausa, lo observa con el interés que se le da a un insecto raro) También podría cortarte la cabeza con mi espada, pero hoy solo tengo arco y flecha... Y no eres un venado.

Yann: No lo soy. Y tampoco soy vuestro, aunque podáis cortarme la cabeza.

Príncipe Roldán: ¿Lo pones en duda, campesino?

Yann: Campesino no soy y no soy tuyo. Ya has oído dos verdades simples sobre lo que no soy.

Príncipe Roldán: Me intrigas, caballero. ¿Qué haces, entonces, caminando en el jardín de la torre? ¿Sabías que vive ahí una maligna bruja?

Yann: Mi madre es. Maligna conmigo no. Tal vez contigo si te acercas demasiado.

El príncipe Roldán: Gran placer me hacen sentir tus palabras, aunque me trates de ofender, me siento complacido.

Yann: Y yo, su alteza, o príncipe, o rey, ¿qué sois?

El príncipe Roldán: Para ti, soy tu destino, créelo sin duda. Volveré tal vez, si así conviene al reino.

Yann: ¿Por qué no habría de convenir?

El príncipe Roldán: Estoy destinado a ser el heredero que engendre nuevos reyes.

Yann: Y yo estoy destinado a permanecer en estos los límites del jardín de mi madre. Que pases buen día, caballero.

El príncipe Roldán: Sin duda, tú también, mi ya cercano amigo.

Escena 4: La Bruja Salma y su hijo Yann. Partida de Ajedrez

Lugar: Una sala siniestra de la Torre del Bosque, la morada de la Bruja Salma. Un ajedrez de marfil se encuentra sobre una mesa. La luz de la tarde entra por los ventanales. Personajes: Yann y la Bruja Salma.

Yann: Madre mía... ¿El enamoramiento súbito es un despropósito?

Bruja: (Mueve su caballo con gracia) Si me preguntas a mí... es una mala decisión. Cuidado, puedes perder tu torre.

Yann: (Se inclina sobre el tablero) No deberías avisar, eso me convierte en un mal jugador.

Bruja: No sería tu madre si no te cuidara.

Yann: (Toma una pausa larga, mirando el tablero como si fuera un mapa de su vida) Madre mía. Amo.

Bruja: ¿Y a quién amáis, si se puede saber? ¿Acaso es una jugada arriesgada?

Yann: (Toma un peón y lo avanza sin ton ni son) No podrías soportarlo, y no sé qué conjuros podrías desatar en su contra...

Bruja: Me has dicho más de lo que debieras... eso te convierte en un ingenuo jugador. Yo no hago conjuros porque sí.

Yann: Lo sé, madre poderosa, pero puedes sentirte tranquila por mi estado y mis silencios. Mi corazón no es un tablero que puedas controlar.

Bruja: (En un aparte) No, claro que no. Pero mi juego siempre ha sido el de anticipar. Y este movimiento que me propones no me gusta, pero por lo pronto he de callar.

 

Escena 5. El Rey, su hijo el Príncipe Roldán y la Cortesana

Lugar: La sala de entrenamiento del Castillo Real. El Príncipe Roldán practica esgrima con su reflejo en el espejo. Personajes: Príncipe Roldán, el Rey y la Cortesana.

Príncipe Roldán: (Atacando su reflejo con la espada) ¡Ah, Príncipe que soy yo mismo, malnacido; especie de crujiente enredadera, he de cortarte la cabeza...!

Rey: (Entra con paso lento y pesado, deteniéndose a una distancia prudente) Hijo mío, no le cortes la cabeza a tu reflejo. No es de nobles caballeros.

Príncipe Roldán: Mi corazón enardecido está, padre... Amo... Amo así, yo... de repente... y no sé dónde pueda acabar esta tragedia de amar a quien no debo.

Rey: Ese es el amor. Uno siempre quiere tener a quien no debe... Pero tú puedes hacer lo que te plazca, eres mi hijo.

Príncipe Roldán: Tienes razón, padre mío, y eso me enfurece. (Y vuelve a blandir la espada, esta vez cerca de su padre.)

Rey: Ay, hijo... Ya no sé si te enfureces porque uno no siempre puede tener a quien no debe, o porque soy tu padre, o porque puedes hacer lo que te plazca....

Príncipe Roldán: Ahhg... Son muchas preguntas, padre, me irritas...

Rey: (Conciliador, pero un poco temeroso de que su hijo se vuelva más agresivo) Ah, calma, hijo mío... Ya veo yo que no tienes con quién pelear. Yo te proporciono de dos a cuatro mozos prescindibles para que sacudas tu rabia... ¿Quieres que te los traigan aquí a tu habitación?... Si no quieres simples mozuelos, puedo mandarte fieros guardias, ¿quieres dos o tres?

Príncipe Roldán: (Baja la espada) No es matar lo que deseo. En este trance es el desamor el que me invade.

Rey: (Se acerca y toca la empuñadura de la espada) ¿Pero qué especie de tierno disparate convertido en equivocación tú muestras? El desamor solo llega si has recibido un rechazo y no creo que ése sea el caso... O si has perdido el juicio de mala manera. Y un príncipe nunca pierde el juicio.

Príncipe Roldán: ¿Y qué hago, padre mío, con esta locura en las entrañas?

Rey: Al objeto de tu deseo puedes convertirlo en una pintura al óleo, en un perro guardián, en árbol magnífico... O si quieres algo tradicional y sencillo... en sapo o en rana... Tantas historias que se hacen de nosotros, ya lo sabes... Y algunas son ciertas.

Príncipe Roldán: ¿Y qué he de hacer yo con una pintura al óleo, o un árbol magnífico, o un perro guardián... Me parece, padre mío, que hablar no pueden.

Rey: Yo sé que un príncipe Roldán siempre tiene una salida.

Príncipe Roldán: Podría ser, pero, para convertirlo en un hermoso perro guardián... Necesitaría una bruja, un hada, una hechicera...

Rey: Mirad, aquí llega vuestra miserable madre.

Príncipe Roldán: No le digas así, que es madre mía.

Cortesana: (Entra con una sonrisa perfectamente ensayada) ¿De hechiceras habláis? Yo tuve tratos con una antes de conocer a tu padre.

Rey: (Su voz se vuelve cortante. Hace una pregunta retórica.) ¿Fue ese el modo de acercarte a la realeza, vil Cortesana? ¿Una bruja? Y a cambio de hacerte el gran favor, ¿ella qué te pidió?... ¿Acaso tu alma de ramera, o, ya sé... tu innegable juventud?... O... (Pausa) Se trata, puedo deducir, de la Bruja de la Torre, la conozco, podría visitarla yo también...

Cortesana: (Lo ignora por completo, se dirige al Príncipe Roldán con una intimidad que irrita al Rey) Hijo mío, si el rey aprueba, yo misma te llevaré a los peligrosos caminos de la tentación.

Príncipe Roldán: Y si son tan arriesgados territorios, ¿no crees que las tentaciones debiera yo evitar?

Rey: Hay que vivir, hijo mío. Solo se trata de vivir...

Príncipe Roldán: ¿Y si descubro que no soy el que pretendo ser?

Cortesana: (Le toma el rostro) Coincido por una sola vez con vuestro padre... Un príncipe Roldán siempre tiene una salida. No puedes quedarte aquí, peleando con tu gordo padre, o con tu imagen. Tu verdadero enemigo no es un reflejo. Y nadie, escúchame bien, nadie es lo que aparenta ser.

 

Escena 6: La primera aventura.

Lugar: El camino del Bosque Sombrío. La luz de la luna llena ilumina el sendero. El aire es denso y frío. Personajes: Yann, solo. Luego, la Cortesana, el Rey y el príncipe Roldán. (Yann camina con determinación, dejando atrás el jardín de la torre. Su rostro refleja una mezcla de miedo y euforia. Se detiene ante un riachuelo y se arrodilla. Mira su reflejo.)

Yann: ¡Soy un prófugo, soy el destino que yo quiero elegir! Debo ir más allá de los límites impuestos. No sé por qué ahora lo sé, pero lo sé.

(Una figura femenina se acerca desde la oscuridad. Es Samantha o la Cortesana, con un vestido de gala que parece fuera de lugar en el bosque.)

Cortesana: ¿Qué hace un muchacho como tú en este camino a deshoras? Parece que acabas de escapar de un cautiverio.

Yann: (Se levanta y la mira, hipnotizado. No sabe por qué, pero siente una punzada de familiaridad.) No soy un esclavo. He salido a explorar. Seré yo quien decida qué piezas mover sin que intervenga mi madre.

Cortesana: (Se ríe con sarcasmo. La risa es fría, pero tiene un eco doloroso.) Tu madre... El destino es una farsa que nos avienta en la cara una ironía.

(Yann da un paso hacia ella, sin saber por qué. La Cortesana no retrocede, pero está conmocionada. Se toca la frente y la mano le tiembla. Con todo, le acaricia la cabeza y le toca el cabello.)

Cortesana: (En un susurro, como si una verdad olvidada la golpeara) Tu cabello... ese color... Lo recuerdo. Lo recuerdo rojo. ¿No debería ser rojo?

(Yann se toca el cabello. Aún no lo entiende, pero algo se ha roto. La Cortesana, presa de un dolor y un pánico que no esperaba, huye a la oscuridad del bosque. Yann se queda mirando el lugar donde ella estuvo, confundido.)

Yann: ¿Todas las personas mayores serán así de raras?

(En su camino de regreso a la torre, se encuentra al Rey. El Rey camina de noche, abrumado por sus pesadillas.)

Rey: (Al ver a Yann, sus ojos se abren de par en par. Balbucea, como si no creyera lo que ve.) ¡Hijo mío! ¿Qué haces aquí? Creí que eras el fantasma... de mis pecados... Vuelve al castillo, que no es seguro para ti andar por ahí...

Yann: (Mirando fijamente al Rey, sin saber por qué siente tanta compasión por él) No soy hijo vuestro. Soy el hijo de la bruja.

Rey: (Riendo con amargura, como si estuviera perdiendo el juicio) Yo tengo un hijo... ¿Lo has visto? (Yann hace una cara de tal vez... no sé.) ¿Cómo lo habrías de conocer si no eres sino el hijo de una bruja?

Yann: Y usted, solo es un hombre.

Rey: Tienes razón, pero un hombre es un hombre... Y a veces puede ser un rey.

Yann: Eso no me importa. Espero que encuentre a su hijo perdido.

(El Rey, abrumado, se aleja y deja una vez más consternado al joven Yann.)

Yann: Es un hecho, los adultos son raros.

(En su camino de regreso a la torre, se encuentra esta vez al Príncipe Roldán.)

El príncipe Roldán: Te busqué en tu lugar y no estabas.

Yann: He traspasado los límites. Mi lugar es ahora el mundo.

El príncipe Roldán: Tranquilo, caballero valiente, no exageres. ¿Debo acompañarte a casa? O quieres venir conmigo y exploras un poco más el mundo.

Yann: Tengo la necesidad de caminar todavía más y caminar mucho antes de volver... Podemos ir los dos si quieres...

El Príncipe Roldán: La idea es aceptable... Voy a pensarlo mientras caminamos.

Yann: Ah, sí... Eso me resulta toda una revelación... Yo también lo pensaré... (Pausa, se marchan lentos y se quedan de repente sentados cada uno inmerso en sus pensamientos. Finalmente Yann dice algo inesperado) ¿Tú sabías que las personas mayores son muy raras?

El Príncipe Roldán: Tú eres una persona mayor.

Yann: Pero qué dices.

El Príncipe Roldán: Eres un año o dos mayor que yo, claro que, yo tengo más mundo.

Yann: Eso no puedo ni negarlo ni afirmarlo.

El Príncipe Roldán: Sí, cómo no.

 

Escena 7: La Bruja y el Rey

Lugar: En la sala de la torre. La Bruja Salma está frente al tablero de ajedrez acomodando las piezas, pero el Rey, camina de un lado a otro. Piensa sus palabras y está nervioso. La Bruja Salma parece tejer una telaraña con las piezas del ajedrez.

Personajes: La Bruja Salma, el Rey.

Rey: (Sigue el hilo de una conversación) ... Y por eso me he adelantado... Por eso quiero que tú te encargues de la transformación, pero sin que ella tenga nada que ver.

Bruja: (Se acerca a él) ¿Por qué habría yo de tocar siquiera al hijo mío?

Rey: (Confundido) Es difícil de explicar. Mi hijo quiere... Tu hijo... Ellos... La cortesana... Tú eres una bruja, ¿cierto?... Pero además eres madre... Y...

Bruja: Mi Rey, mi amado Rey... Parece que no estás seguro de ti mismo... Mirad: las hechiceras son mentirosas. Las brujas son magníficas. Y las madres... algo completamente diferente. ¿Queréis vos que una madre sacrifique a un hijo propio? Ni siquiera una reina haría tal cosa.

Rey: ¿Reina, tú? Reír me haces.

Bruja: Podría hacerte sufrir si lo quisiera, podría convertirte a ti en un sólido retrato, un árbol silencioso, un perro lastimero.

Rey: Será más bien un perro guardián...

Bruja: (Ignora la corrección y sigue) Si yo fuera reina resolvería todos tus problemas. Pero flaco favor me haríais, lo sabéis. Yo, así, con mis artes poderosas, soy mucho más que tú y tu castillo decadente.

Rey: Pues bien, ya que no queréis convertir a vuestro hijo... Os quiero proponer…

Bruja: No os quiero ni escuchar, lo siento.

Rey: Pues he de hablar sin rodeos ni mentiras, Bruja…  ¿En verdad no quisieras ser, tú, la reina de mi castillo? ¿Acaso semejante invitación rechazarías?

Bruja: (Lo enreda, le cambia la jugada) Ni siquiera insinuéis que me invitáis a semejante humillación. ¿Yo, reina de un castillo que no tiene descendencia?

Rey: Tu hijo podría gobernar, al lado del mío, ¿te parece?

Bruja: Perverso plan propones y en contra de la madre...

Rey: De su madre no os preocupéis... Ella muy bien se puede ir a trabajar a otro castillo, es una advenediza... ¿Sabes?

Bruja: ¿Coronarme como reina no es mala jugada? Dices que mi hijo sería el gobernante...

Rey: Y mi hijo el Príncipe Roldán, y tú y yo también.

Bruja: Ya me veo yo como reina coronada... la máxima jugada en ajedrez, la coronación sin duda es.

Rey: No sé. Extasiada os veo... No sé ahora mismo... Habría que pensarlo... ¿Podría convertirse esto en un desorden cósmico? Y además falta saber qué pensarían nuestros hijos.

Bruja: (Se sienta en una silla como reina) No digas nada ya, es suficiente. Yo seré tu reina y nuestros hijos vivirán eternamente agradecidos en amor eterno, podrán estar uno al lado del otro mientras yo gobierno.

Rey: (Tratando de tomar fuerza) Sería preciso decir… Mientras gobierno yo... y tú a mi lado.

Bruja: (Lo mira condescendiente. Con sarcasmo) Ah, eso ni lo pongas en duda.

Rey: ¿Y cómo es que sabíais vos, futura reina, que mi hijo y el tuyo se querían?

Bruja: Se quieren como hermanos, que es lo que son, aunque no sé si es muy oportuno que lo sepan. Yo lo sabía incluso antes de que tu hijo el príncipe naciera.

Rey: ¿Cómo así?... ¿También sois adivina?

Bruja: Bruja soy y todopoderosa. Yo siempre me anticipo tres jugadas en este tablero de ajedrez, me adelanto siempre tres, tres movimientos. Es un hecho. Ahora dejadme sola. Mientras planeo cómo será la coronación que me merezco.

Rey: Te dejaré para que todo lo planees, futura reina mía.

Reina: Así lo harás, lo sé.

 

Escena 8 Han pasado varios meses. La exitosa coronación de la reina ha tenido ya lugar. El Príncipe Roldán y el Príncipe Yann están jugando una partida de ajedrez, pero ninguno de ellos pone atención al juego. Se les ve reflexivos, pero no necesariamente en sus jugadas.

Lugar: El JARDÍN DE LA TORRE misteriosa. Tarde, los últimos rayos de sol.

Yann: Henos aquí.

Príncipe Roldán: Ya lo ves.

Yann: El destino puede ser muy claro y afortunado para algunos.

Príncipe Roldán: (Le sonríe) Eso que dices es en parte cierto. Pero me pregunto, ha sido en verdad nuestra unión una obra del destino…Tú eres ahora príncipe, yo lo soy desde hace tiempo... Mi madre ahora es la dueña de su propio reino. Mi padre... Bueno... Mi padre...

Yann: Y detrás de todo eso, mi madre moviendo todas las piezas. Anticipándose siempre tres movimientos a todos nosotros. Tres.

Príncipe Roldán: Lo sé... y no lo lamento. Gobernar nunca fue mi intención y no lo ha sido tampoco para ti.

Yann: Y sin embargo, ¿quién será el que gobierne el reino una vez que mi madre haya muerto?

Príncipe Roldán: ¿Eso sucederá algún día?

Yann: Todos morimos… sin excepción… creo.

Príncipe Roldán: No hemos de preocuparnos de eso. Lo cierto es que somos dueños de nuestra vida.

Yann: Y nos queremos como hermanos.

Príncipe Roldán: Un poco más que eso y con menos peleas que entre hermanos.

Príncipe Yann: Eso dices tú.

Príncipe Roldán: (Lo reta, sonriendo) Eso lo afirmo, o ¿qué? ¿Pones en duda mis palabras? Sabes que siempre te lleva a una pelea de esgrima.

Príncipe Yann: Eso es una afrenta, me parece que luchar debemos. (Los dos sacan sus espadas y se pelean magistralmente en una lucha sin final, riendo.)

Príncipe Roldán: Vade retro, príncipe usurpador.

Príncipe Yann: Tú vete para atrás, Príncipe sin corona.

Príncipe Roldán: Será mejor que me des un abrazo.

Príncipe Yann: Un abrazo fraternal, me place.

Príncipe Roldán: A mí también me place, pero por lo pronto peleemos, ya después tal vez... tal vez podamos nosotros...

Príncipe Yann: (Lo detiene en seco) ¿Ir a la comida que preparó mi madre? ¿No te acuerdas?

Príncipe Roldán: (Se detiene, su rostro se ilumina con una sonrisa genuina) ¡Tu madre! Siempre tu madre... y siempre tres jugadas por delante.

Príncipe Yann: Tres jugadas, tres. Es un hecho.

 

Fin

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario